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Es bonito sentir esa sensación, la de: estoy en la línea de salida de una carrera. Hoy, volvía a hacerlo, correr una prueba, los 5km de la Carrera de las empresas Valencia.
No había estrategia. Solo quería mantener un ritmo constante, correr a 4:30 min/km siendo muy consciente de que mi continuidad en los entrenamientos no me iba a permitir más. Y…
Salía delante, demasiado, lo que hizo que mis piernas quisieran seguir al resto. Miré el reloj y me lo confirmó: Gema, echa el freno que no estás para estos ritmos. Sabía que eso me podía jugar una mala pasada.
Mis zancadas me impulsaban a volar, a creer en mi misma. En el primer kilómetro comprobé que las rectas largas me iban a costar, no serían las mejores aliadas para mi cabeza. No, os aseguro que no lo fueron. Alcancé el km 2 y empecé la cuenta atrás: Solo me quedan 4 km. “Quizá empiezas demasiado pronto a querer terminar la carrera”, me dije. Sabía que esto no era buena señal. Mi pulsómetro me avisó que ya iniciaba el kilómetro 3, que el silencio que sentía en carrera era mi lucha interna contra mi coco, quien estaba empezando a pensar que quizá, bajar el ritmo, no era un error.
¡Aprieta el acelerador Gema!
¡Sí lo era! Sencillamente porque tenía la capacidad de mantenerlo, sin embargo, pasó, mi intensidad en carrera bajó. Fue cuando el “pacer” de 4:30 me adelantó y eso hizo que me despertase. “Aprieta el acelerador, que te duermes”, pensé. En ese instante, dejé de estar pendiente de mi pulsómetro.
El corazón me decía que iba justa, las rectas seguían confirmándome que la carrera se me estaba haciendo larga y mis piernas me impulsaban a seguir, tenían fuerzas y eso me aliviaba.
El kilómetro 5 estaba cerca. Había conseguido volver a la carrera y el “pacer” me gritaba: ¡Va, va! Que ya lo tienes. Seguía firme mirando al frente y fue entonces, cuando llegamos a la rotonda que daba la bienvenida a los arcos finales. Me enganché aún más a mí, confié en mí y aceleré. ¡Cuánto disfruto esos últimos metros sintiendo la meta tan cerca! Me vino a la cabeza la rodilla y le dije: Amiga “pata chula”, te estoy mimando y estás respondiendo muy bien.
Crucé la meta. Cinco kilómetros que me han sabido a mucho, sumado a ese ritmo constante que finalmente fue posible: 4:32 min/km
No sé si seguiré siendo firme en mis entrenamientos, si en algún momento, en breve o quizá o no, tendré que parar, pero mientras mi cuerpo me lo permita seguiré haciéndolo: Correr.
Aprovecho para dar las gracias a la organización de la carrera por haber confiado en mi como embajadora. Os dejo por aquí las actividades que he hecho junto a ellos estos últimos meses: