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¿Por qué sientes que necesitas una persona que tire de tí? Esta fue la pregunta que me lancé a tan solo dos kilómetros de terminar la ‘Cursa de El Corte Inglés de Barcelona’ del pasado 5 de mayo.
Llevo días sentándome ante esta hoja en blanco, mi cabeza estaba bloqueada. ¿Qué te está pasando Gema? Ahora, vuelvo a intentarlo, siento que mis sentimientos han roto esa extraña asfixia.
Los tres primeros km, de bajada
Empiezo. Los tres primeros kilómetros debían de ser de adaptación, para así luego decirle a mis piernas: Alcanza el 4:30 min/km y quédate ahí, luego podrás recortar, porque has entrenado para ello. No salió así.
“Me encanta ese sonido. ¿Lo escuchas? El golpe seco de nuestras zapatillas sobre el asfalto arropado por el silencio de todos nosotros, los corredores”, le dije a Víctor Panisello, él me acompañaba en esta carrera. Estábamos en bajada, inmersos en la primera parte del recorrido. Corría cómoda, muy cómoda. Demasiado. Y llegó el momento de hacerlo, de subir una marcha o dos, adaptar mi corazón al nuevo ritmo y solo dejar que mis pulsaciones hablaran. Lo hicieron: Vas bien, más que bien.
Tenía el recorrido memorizado, conocía muy bien alguna de las calles por las que pasamos. ¿Cuánto tiempo hace que viví en Barcelona? ¡Ya más de 10 años! Pude reconocer uno de los portales de la calle Aragó, allí vivían amigos de la universidad, justo al lado de una tienda de neumáticos que desprendía un aroma a caucho difícil de olvidar.
«Es tu carrera, no la mía»
Víctor
Mis piernas estaban respondiendo y mis conversaciones con Víctor eran la señal de que mi corazón podía con más. Ambos teníamos pendiente hacer una carrera juntos ¡qué mejor que esta! (Nos conocimos en la ‘Salomon Run’, hace cinco años, y nos prometimos correr juntos para luchar por el sub40, por el que en su día estábamos entrenando) Él sabía muy bien la ganas que le tenía a estos 10km y esto también entraba en el juego, uno u otro dejaría atrás al otro si sentía que podía dar más. Esto sucedió y tras pasar el km8 fue cuando él me dijo: “Puedes apretar, puedes ir más rápido. Tira tú, estás respondiendo y tienes que intentarlo. Es tu carrera, no la mía”.
Mi batalla contra el silencio
El silencio volvió a cobrar protagonismo en mi cabeza. Percibo muy bien esa sensación y es justo cuando suele empezar una batalla interna entre el ‘yo, el que no puede’ y el ‘yo, el que sí puede hacerlo’. Una lucha mental que poco podía durar, apenas restaban 2 km para el final. ¿Cómo puede ser que esté haciendo una radiografía para saber cómo se encuentra mi cuerpo? Lo hice. La rodilla derecha (la operada, la ‘pata chula’) respondía sin dolor alguno y la menstruación que avistaba con llegar el día de la carrera, parecía, esa mañana, dar tregua. Miraba de reojo mi pulsómetro, aunque tampoco me gusta hacerlo en exceso porque eso provoca que mi cabeza piense más de la cuenta. No era el momento.
“No lo vas a conseguir”, me repetía mientras alcanzaba el km 9 y mis piernas marcaban un ritmo de 4:20 min/km. “¡Gema, no puedes ser tan conservadora! ¿Por qué no fuiste más rápida al principio?”. Este fue el diálogo interno que mantuve hasta pocos metros antes de avistar la meta. Si cabe, mi enfado era mayor al percatarme que mis pulsaciones se mantenían en 150 ppm. Eso significaba que podía darle brío a mi corazón.
«Estás en la partida, que es lo que importa»
Ahora, cierro los ojos y me veo, demostrándome que tengo que confiar un poco más en mí y me lanzo este mensaje: No te enfades contigo misma, esto forma parte del juego y estás en la partida, que es lo que importa.
Gracias Victor por acompañarme en esta carrera y darme el empujón cuando sabías que podía hacerlo. Y a mi entrenador Haruki, gracias por hacer que cada entreno tenga un sentido, porque merece la pena volver a correr, siempre con cabeza.