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Mi padre se jubila este 21 de diciembre de 2020. “Papá, ¡ya estamos en diciembre! ¡Te quedan 21 días para jubilarte!”, le dije a mi padre –se llama José Antonio– este martes pasado, 1 de diciembre. Cuando llegue ese día, mi padre cumplirá 65 años. “No hija, me quedan 20 días para jubilarme”, me respondió.
Tras bromear sobre ese día y lanzar al aire suposiciones de todo lo que podría hacer con su tiempo, mejor dicho y puntualizo, todo lo que quiere y podrá hacer con su tiempo, cuando colgué me pregunté: ¿Quiero llegar a la jubilación para decir lo que acaba de decirme mi padre?
Tengo 34 años y sigo buscando esa estabilidad o tranquilidad financiera, como queramos llamarlo. Desde que inicié mis estudios en la universidad empecé a formar parte de aquello que tanto llamaba mi atención: los medios de comunicación. Recuerdo ese primer día, cuando me sentaron ante una mesa de edición analógica para editar las piezas del programa de las tardes de la televisión local que me brindó la oportunidad de hacer mis primeras prácticas. Desde entonces, no he sentido que mi carrera haya parado. Y no digo esto porque haya mantenido un puesto estable o escalado en una empresa, porque he vivido despidos y la sensación de dedicarle horas a algo, sin saber muy bien cuándo podría rentabilizarlo. Pero lo percibo así, mi aprendizaje no se ha visto mermado.
¿Quién soy? ¿Qué cualidades tengo? O, mejor dicho, ¿qué es aquello que llevo en mí y que puedo ofrecer al resto?
Ahora, cuando me siento bloqueada, sin avistar la sensación de crecimiento, de avanzar hacia ese punto donde quiero llegar, escribo en papel aquello que quiero cambiar. No me ha resultado fácil concebir estos pensamientos, de hecho, no hace mucho necesité ayuda para ver lo que me estaba pasando e intentar buscar soluciones. ¿Quién soy? ¿Qué cualidades tengo? O, mejor dicho, ¿qué es aquello que llevo en mí y que puedo ofrecer al resto? ¿Qué he aprendido durante todo este tiempo? Cuando descubrí este rumbo, parece que llegar hasta esa meta o a los pequeños objetivos que me propongo cada día, empezó a tomar un camino con menos curvas. Porque tenía que asumir lo que soy y es así, ¡todos tenemos algo innato que nos hace especiales! Es nuestro, sí, por supuesto, ¿pero qué hay de malo en compartirlo? Quizá aquello que tenemos que nos hace brillar, ser mejores, que nos ha costado tanto ganar, que nos impulsa a avanzar, a reaccionar frente a ciertas situaciones pueda serle útil a otros. Entonces ¿Por qué nos lo vamos a quedar solo para nosotros? A esconderlo, ha guardarlo en un rincón bien oscuro por si alguien puede quitárnoslo, copiarnos o ser mejor que nosotros.
Empiezo a sentir que dar –brindar lo nuestro, lo que nos funciona, lo que sabemos, lo que somos– se revierte en más aspectos positivos, en sumar y sí, hablando de términos económicos, en más calidad financiera.
Así pues. No sé cuándo me jubilaré, pero sí que empiezo a estar convencida de que esa estabilidad financiera que busco y que mencioné al principio, solo podré alcanzarla si trazo un plan, apostando por mi, por quien soy, en lo que puedo aprender y crecer, y por supuesto, incluyendo en la ecuación: lo que puedo dar. Llegando hasta aquí me pregunto: ¿Trabajar para jubilarme o trabajar sintiendo que no necesito plantearme la palabra jubilación?
Buenas percepciones, trabaja sin pensar en la jubilación pero siendo feliz con la intención de vivir el momento
Eso es. Vivir el momento y trabajárselo para tener el futuro que queramos. ¡Gracias por tu comentario!