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Hola. Sí, vuelvo a estar por aquí, rondando por tu cabeza. Antes de acostarte, cuando suena el despertador, mientras desayunas, preparas tu ropa, revisas el pulsómetro, te colocas el dorsal, por cierto, en ese momento me da tiempo a marearte un poco más ¡lo que te cuesta ponértelo!… En todas esas situaciones y otras más, ahí estoy. Regreso y soy yo, la presión.
Ella es, la presión, una tensión psicológica que ya había olvidado y que ayer volví a sentirla. No tenía el por qué, tan solo me enfrentaba a una carrera planificada como un entreno más. Pero no, mi cabeza no lo sentía así, porque volvía, de nuevo me colocaba un dorsal después de cinco meses sin hacerlo.
Mi vuelta: 6.200 metros
Ayer, domingo 8 de octubre retomé la competición con una de las carreras del circuito Divina Pastora Seguros Carreras Populares, los 6.200 metros de la “I Volta a Peu per la Inclusió de la Ciutat de València”. Hacía dos semanas que había empezado a correr 30 minutos continuos y mi rodilla estaba respondiendo bien, aunque mi aliento no tanto, mis ritmos estaban en 5 min/km. Ayer tenía un plan, empezar a 5 min/km hasta bajar y quedarme en los 4:40 min/km.
¿Gema, decías que tenías un plan? Me lo salté a la torera. Escuché la salida y empecé a correr, mucho más despacio que todos los corredores de mi alrededor –ese no era mi sitio, ahora no– y aunque intenté frenarme, mucho… registré un primer kilómetro a 4:25 min/km. Pero todo estaba bien.
Recuerdo que un amigo me adelantó y me advirtió que controlase el ritmo. Vi cómo él se alejaba. Mientras, yo revisaba mi reloj y escuchaba más y más zancadas, alientos que se esfumaban. Todo seguía bajo control.
Las subidas ligeras me ayudaban a mantener el ritmo, en las zonas llanas me pesaban las piernas y en las bajadas leves intentaba dejarme caer. Llegaba al kilómetro 3 y buscaba engancharme a alguien para dejar de mirar el reloj. Lo hice.
Ella me llevó
Era una chica, ella mantenía un ritmo que podía aguantar y era el aconsejado por mi entrenador, bueno… en realidad un poco más rápido, pero mis pulsaciones decían: ¡Dale! ¿O quizá era mi cabeza la que me lo dijo? Dejando de lado esa lucha mental, la seguí.
Kilómetro 4 y quise empezar la cuenta atrás. Viajé a una serie de 2 km, pero me dije: “¡Gema! ¿Cuánto hace que no haces una serie de 2km? ¡Ya no sabes ni lo que es eso!” Mientras, mi cabeza debatía y mis piernas, muy pesadas, seguían siguiendo a esa chica. Llegué al kilómetro 5 y mis ojos apuntaban a una sola dirección: el final. Veía el arco de meta, pero continuábamos en aquella recta y sin alcanzar la curva que ya nos daría la bienvenida hacía los metros finales. ¡Última recta eterna!
Ella se giró. Su nombre: Nora.
Nora me saludó. Logró sacarme una sonrisa, aunque ambas apenas pudimos seguir la conversación, intentábamos mantener el ritmo para alcanzar la meta.
Ahí estaba. Esa curva y el crono de meta. Mis piernas podían correr más y me acordé de mi rodilla, la lesionada, no había pensado en ella hasta ese momento, por cierto. No tuve dolor, la rodilla respondió.
Eso es. Aunque no fui del todo obediente y cerré la carrera con un tiempo medio de 4:30 min/km, entendí que sí, ayer solo fue un entreno más. Y sí, la presión, aunque no era necesaria, me acompañó.
Fotos de Adrian del Rey: Adrsportphoto