Cuarto de Maratón de Alcoy: ¡Mis temidas cuestas!

El Cuarto de Maratón de Alcoy también ocupaba un lugar especial en mi agencia, el 6 de diciembre. Volvía a mi casa, a correr por la calles de mi ciudad, con mi gente y de nuevo a revivir la prueba con la que inicié este proyecto. El asfalto alcoyano volvía a sentir las pisadas de los corredores dispuestos a enfrentarse a esta prueba marcada por sus temidas cuestas.

Llegaba la cita y el frío de estas tierras volvía a darme la bienvenida. 9:30 de la mañana y 5 grados, un plato de no muy buen gusto. Había que ponerse a calentar, las articulaciones me lo pedían y sobre todo mi rodilla y tobillo. No había empezado la prueba y ya notaba molestias, no era la mejor forma de enfrentarse a una carrera tan especial. Me coloqué entre la multitud de corredores, todos deseábamos oír el pistoletazo de salida y yo quería disfrutarla al máximo. Gritos de entusiasmo, aplausos y cada zancada por la línea de salida anunciaba que la carrera ya había empezado. ¿Tenía un plan? Sí, mantener un ritmo constante hasta llegar a los 5km y según mis sensaciones intentar bajar de ritmo. Quizá me había marcado un objetivo demasiado exigente, pero tenía que intentarlo.

Cuarto de Maratón de Alcoy: ¡Vuelvo a casa!

Me sentía con ganas de volver a correr, después de estar prácticamente parada durante tres semanas tras realizar la Maratón de Valencia y de apenas tener ganas ni de calzarme las zapatillas. Volver a recordar mis inicios y ponerme de nuevo ese equipaje que tanto me ha marcado en mis primera carreras.

A la vez tenía miedo, mi tobillo empezaba a responder bien, pero mi rodilla no estaba en las mejores condiciones para darlo todo. Una sensación de presión, que yo misma me había impuesto hizo que no disfrutase al máximo de todo lo que rodeaba a la prueba, más cuando pasé toda la carrera con mi MP3, limitándome a escuchar la música y a evadirme de todo el exterior. ¿Fue un error? quizá, pero en ese momento mi cabeza me pedía perderme y mi estado de ánimo no estaba en su punto más alto. La carrera empezaba fuerte, llegaba el kilómetro 2 y ya nos topábamos con la primera cuesta. ‘Estoy fresca, mantengo el ritmo’ La rodilla dolía, pero tenia que restarle importancia. Buscaba a gente conocida, pero yo era la culpable de no encontrarla, estaba sumergida en mi música. Pasé por el kilómetro 4 y mi padre de nuevo me volvía a ver correr y me lanzaba esa sonrisa de ‘¡Vamos hija, se que puedes!’ Llegaba al kilómetro 7 y a lo lejos mi hermano y mi cuñada me esperaban, ¡vaya gritos! Solo quedaba la recta final, la última parte de subida del trayecto. Una vez en el kilómetro 8 solo quedaba la gran bajada, en la que muchos aprovechamos para bajar los tiempos, aunque las bajadas no es que sean muy buenas cuando llevamos arrastrando alguna lesión. Sobre el kilómetro 9.50 mi madre me esperaba en la zapatería donde trabaja, pendiente durante toda la carrera por verme pasar y lanzarme el grito de una madre emocionada. Ya estaba en la recta final, levanto la vista y veo a mis abuelos esperando a ver a su nieta. Me ven y yo no dudo en lanzarles un saludo ¡Increíble ver sus caras! El ambiente en las calles lo decía todo y pese a llevar mi música también me contagiaron y mi gente consiguió emocionarme. Estaba cerca, una mirada al cronómetro: 0:51:45 y crucé la línea de meta. Aquí os dejo con la clasificación femenina y tras analizarla, ¡estoy contenta! 😉

Hace un año crucé esa misma línea de meta y tuve sensaciones distintas, era mi primera carrera y solo quería terminarla. Ahora, un año más tarde y tras una temporada intensa, con tiempos de referencia, me siento muy atada a mi gps, a mejorar marcas personales, algo que hace un año apenas le daba importancia.  Emociones, competitividad, frustaciones… ha sido un año muy intenso, contagiado por la magia que rodea a este deporte. ¡Runners, crecemos como deportistas y como personas!